Cómo vemos la transición energética en España, parte 3: la energía como una pieza del engranaje de la reindustrialización

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En las entradas anteriores, desgranamos nuestro criterio acerca del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) presentado a consulta por el Ministerio para la Transición Ecológica, debatiendo tanto su planteamiento general como las cuestiones relativas al modelo económico. En esta tercera y última entrada, concluimos nuestros comentarios al Plan, hablando de política energética y su vinculación con la reindustrialización.

Reindustrialización y reconversión industrial: la unión entre industria y energía

Creemos que la política energética es un pilar básico de la política industrial por lo que es preciso que la reindustrialización se realice de manera equilibrada, protegiendo la competitividad de nuestro tejido productivo a lo largo del proceso con un coste energético razonable y competitivo con respecto a los socios europeos. En este sentido, la política energética es inseparable del diseño y ejecución de políticas industriales en sectores como el automóvil (importante punto a destacar es el desarrollo del coche eléctrico y autónomo, junto con la reforma del modelo de movilidad urbana en las grandes ciudades europeas), la agricultura, las infraestructuras o los servicios urbanos, entre otros.

Mención especial merece el papel que la energía juega en la reconversión de las zonas más afectadas por la desaparición de la explotación de combustibles fósiles o de centrales de producción de energía eléctrica. En este sentido, es imprescindible buscar soluciones de mercado que permitan reconvertir la actividad de las zonas por proyectos realistas, inteligentes e inclusivos como puede ser la inversión en tecnologías renovables en las mismas zonas afectadas por la transición energética.

Reindustrialización: ¿qué desarrollo industrial podrá tener España?

La energía, junto con la demanda exterior y el propio desarrollo interno, contribuyó de forma decisiva al desarrollo industrial y, en paralelo, al impulso del sector servicios. En este sentido, la industrialización de España es un caso único en el mundo occidental ya que van de la mano la industria y los servicios, especialmente el turismo. De ahí que la construcción residencial, el transporte, la energía y las infraestructuras urbanas sean los nichos de mercado más preciados frente a la tradicional industria pesada controlada por antiguas empresas públicas o que, siendo privadas, se enfrentan a un duro proceso de ajuste como el acero en Reino Unido.

Si bien los objetivos son demasiado etéreos (conseguir que la industria pese el 20% del PIB, pero ¿qué entendemos por industria en este objetivo?) sí es necesario una política que apueste por sectores con gran “efecto arrastre” de empleo e innovación. Es, en resumidas cuentas, cerrar el círculo que se abrió en los ochenta con la reconversión industrial, cuyo objetivo era acabar con la industria ineficiente y obsoleta que cada año costaba miles de millones de pesetas a las arcas públicas y la segunda parte, poner las condiciones para que la industria española pudiera competir con los nuevos socios europeos a través de la privatización. De esta forma, la industria ha ido perdiendo peso de forma progresiva en la riqueza nacional – en los últimos 20 años la industria ha perdido casi 10 puntos de peso sobre el PIB – a favor de los servicios y la construcción pero con un modelo más sólido y sostenible de crecimiento. Este es, por tanto, el cambio estructural que se ha producido en las últimas tres décadas.

Aunque la industria haya sufrido tal pérdida de peso notable en el conjunto de los sectores, tiene en este momento una presencia clave en la mecánica agrícola, el sector farmacéutico, la ingeniería y la energía. Sin olvidar a uno de sus grandes partners de los últimos 100 años como ha sido la banca, la producción industrial crece a un ritmo anual compuesto del 2% desde 1975, justo en el entorno de lo que crece el PIB per cápita a largo plazo.

Sostenibilidad económica y seguridad jurídica, claves para la industria y la energía

Por ello, en suma, los objetivos de cambio climático y transición energética en el contexto actual y futuro nos exigen ser responsables y comprometidos con la reducción de emisiones, pero el éxito residirá en la sostenibilidad económica y social a la hora de alcanzarlos a través de una política industrial coherente, con seguridad jurídica y con flexibilidad de adaptación a la innovación tecnológica. A este respecto, los ciudadanos somos conscientes de que este reto no puede dejar a un lado el de mantener la competitividad de las empresas y un suministro a coste asumible para los hogares. Hay que abordar los dos retos de forma conjunta e intentar que se refuercen mutuamente. Esto solamente se puede conseguir con un diálogo no partidista, en el que participen todos los actores, no sólo los del sector sino del conjunto de los ciudadanos, empresas y resto de sectores del país.