Las raíces ideológicas del ecologismo como movimiento político

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“Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se empieza a creer en otra cosa”. El catedrático Manuel Lozano recurre a una conocida frase atribuida a G.K. Chesterton para contextualizar uno de los capítulos más punzantes de ‘El sueño de Sancho’, un interesantísimo ensayo sobre la relación entre la ciencia y la fe a lo largo de la historia, que nos proporciona una visión sobre las raíces ideológicas del ecologismo.

G.K. Chesterton falleció en 1936, con lo que tuvo tiempo de vivir el ascenso de dos ideologías que sustituyeron la fe monoteísta por la fe en el Estado, con una idolatría aún mayor que la religiosa: el nazismo y el comunismo. Como alternativa, argumenta Lozano, se fue desarrollando el anarquismo, una ideología fracasada en su plasmación pero de enorme influencia. Tanta que Lozano se pregunta si no estaremos viviendo, en realidad, en una de sus variaciones: el anarcocapitalismo, en el que se podrían incluir muchas de las declaraciones y de los actos de Donald Trump, todo un presidente de los Estados Unidos. 

El ecologismo: un movimiento sociopolítico heredero del anarquismo

¿Qué tiene que ver todo esto con un blog sobre la transición energética? Según la tesis de Lozano, mucho más de lo que parece: en su opinión, perfectamente documentada en su ensayo, el ecologismo es un movimiento sociopolítico heredero del anarquismo

La línea entre ambos movimientos se traza así: cuando las aspiraciones anarquistas se fueron diluyendo, alrededor de la década de los 70 del siglo pasado, varios pensadores anarquistas de primer nivel buscaron reformular sus conceptos básicos y sus posibles metas. Coincidieron en este esfuerzo con otros intelectuales defraudados con el devenir de la URSS y China: los marxistas ortodoxos. Pensadores como Theodor Adorno, Herbert Marcuse, Noam Chomsky y Murray Bookchin, que puede ser considerado como el padre del ecologismo como movimiento político, contribuyen a crear un clima en el que prosperan también otros fenómenos, como el feminismo, con su liberación sexual y su quema de sujetadores, y el pacifismo, en los estertores de la guerra de Vietnam. 

Fukushima: de tsunami a ‘falsa’ catástrofe nuclear

Ahí sitúa Lozano las raíces del movimiento ecologista; en la actualidad el problema, escribe, es que los ecologistas manejan, frente a los argumentos científicos, una creencia “del tipo religioso fanatizado”, contra, por ejemplo, los alimentos transgénicos y la energía nuclear.  

El ensayista, uno de los físicos nucleares más destacados de España, fundamenta su tesis con varios ejemplos, pero probablemente ninguno tan concluyente como lo sucedido en Fukushima (Japón) en 2011. 

El 11 de marzo de ese año tuvo lugar frente a la provincia de Sendai “el terremoto más intenso desde que se tienen medidas rigurosas”, seguido de un devastador tsunami. Fallecieron 18.800 personas, recuerda Lozano, y la catástrofe afectó a la central nuclear de Fukushima, que sufrió explosiones que destruyeron parte de las instalaciones del complejo. Pero a pesar del dramatismo de la situación, los técnicos y bomberos fueron capaces de refrigerar los reactores sin víctimas. 

A pesar de ese éxito objetivo, y para “pasmo” de Lozano, “todo el mundo se olvidó de la desolación y de las víctimas de aquel terrible maremoto y aquello pasó a llamarse la ‘catástrofe nuclear de Fukushima”. 

La fe cuasi religiosa, en este caso en la oposición a la energía nuclear como dogma inamovible del ecologismo, puede mover montañas. Pero a pesar de todo, Lozano es optimista: “El conflicto entre la ciencia y las creencias toma mil facetas, pero por fortuna parece que es la ciencia la que triunfa”.